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martes, 22 de abril de 2014

El salto

Hace unas semanas, mientras veía un reportaje de ''Salvados'' sobre los inmigrantes ilegales y la valla de Melilla y Ceuta, me puse a pensar en que sentirían realmente estas personas. No soy quien para opinar, nunca me he encontrado en una situación similar, sin embargo creo que las personas que hacen esto es porque no tienen ninguna otra opción viable. He estado informándome, he sacado alguna información, y he creado este texto. Con el quiero hacer un llamamiento a la sociedad para que busque un camino por el que podamos andar todos. También quiero dar las gracias a las ONG'S que trabajan para la mejora de esta situación, pues son un gran apoyo para familias y personas que se encuentran en una posición semejante.

Las manos del joven se deslizaban sobre la suave madera, palpando su cuerpo voluptuoso, que crecía y decrecía formando preciosas ondas. Le recordaban a las dunas, a las arenas de los desiertos lejanos que una vez conoció. El tacto imperfecto del cuerpo tallado le hacía cerrar los ojos y recordar aquella dura infancia en la que tan solo se había sentido. Recordó como recorría cientos y cientos de kilómetros en busca de un pequeño manantial en el que saciar su sed. La vida en el Sáhara es dura, de día el sol acecha, persiguiendo a los caminantes con sus rayos de luz, abrasando viva la piel. Sin embargo es más temible la ira de la noche, pues cuando ésta llega su rencor es espantoso. Muchas personas desisten en estos parajes, no se acostumbran a una vida de dolor y sufrimiento, y deciden entregarse a la noche, dejar que esta los envuelva en su frío manto mortecino y olvidarse por siempre de los pesares y calvarios de este mundo. Sin embargo Sirhan había nacido con gran coraje. ''Lobo'' era el significado de su nombre, y así se sentía el. Un solitario viajando en manada, valiente, perspicaz. Incluso sus padres sabían que él era diferente, que el quizás podría cumplir el sueño de tantas personas, de tantos metgeselle, de tantos compañeros de viaje. Un sueño compartido, un sueño quizás mitificado, un sueño que solo los audaces podían realizar. 

Lo único que deseaba Sirhan era una vida digna para el y para sus padres y hermanos. Ganar algo de dinero honradamente, como tantos otros habían hecho. En su ciudad se contaban tantas historias de personas que habían conseguido cruzar la valla que le resultaba imposible diferenciar cuales eran reales y cuales no. El soñaba todas las noches con llegar a territorio español. Allí quizás podría tener una vida noble, sin necesidad de robar para comer, para vivir. Podría conocer a alguien y crear una familia preciosa a la que cuidar. Pensaba en todo esto mientras tallaba con cuidado un diamante de madera, eliminando y lijando las curvas, en la ladera del monte Gurugú. Desde allí podía contemplar su sueño, podía observar la deseada ciudad de Melilla, en territorio español. Sus ojos se empañaban en lágrimas con solo imaginar el camino que le había llevado hasta allí. ¿Alguna vez pensó el volver atrás? Muchas, quizá demasiadas. Sin embargo no dejó que sus dudas marchitaran aquel sueño que había florecido en su interior a lo largo de su no muy larga vida. Aquella madrugada Sirhan y su manada de lobos correrían hacia la libertad, se dirigirían hacia la valla con la única intención de cruzar el paso que les separaba de la tierra soñada durante demasiado tiempo.

Estaban apenas a 200 metros de su objetivo. Se había imaginado una valla mucho más pequeña, mucho menos peligrosa. No podía dejar de correr, pues lo policía estaba al acecho. Miró a su alrededor. Niara, quien iba atrasada corría con todas las fuerzas que podía, sin embargo daría a luz muy pronto, por lo que no podía hacer grandes esfuerzos. Bem la cogía de la mano, tratando de darle todas sus fuerzas. Aún no había cumplido los 19, y era tan valeroso, tan fuerte. Algunos de sus metgeselle ya habían comenzado a escalar. Sirhan subió a la vaya de un brinco. Con todas las fuerzas que le quedaban se agarró a los filamentos metálicos y comenzó a subir por la misma. No se rindió hasta llegar arriba. Unas espinas de alambre se clavaron en su tobillo derecho cuando llegó a lo alto de la valla y comenzó a sangrar. Entonces sintió el sonido que le avisaba de la presencia de la policía. Todo ocurrió muy rápido, y apenas le dio tiempo de cruzar al otro lado. Sintió otro fuerte corte en su muslo izquierdo, muy profundo. En cada flanco de la valla había policias armados. Se escuchaba un ruído fuerte de fondo, unos gritos que les animaban a seguir luchando por su sueño: !Liberté! !Liberté! !Vryheid! !Vryheid! !Libertad!. Sus hermanos estaban allí para apoyarles en el salto, y sus palabras de ánimo le reconfortaban. Sin embargo todos ellos estaban en un atolladero, en un camino sin salida. Sirhan comenzó a sentir que la vaya se movía. Miró hacia abajo lo único que pudo encontrar fue su perdición a manos de unos cuantos policías marroquís. Cayó hacia atrás, bajando repentinamente los 6 metros que medía la valla. ¿Su último pensamiento antes de tocar el suelo? Ojalá hubiese saltado. Ojalá hubiese caído en territorio español, porque sería un final muy digno, un final soñado. Unas lágrimas de rabia recorrieron sus ojos antes de caer de espaldas contra el suelo y quedar inconsciente para siempre.

Desde ese día un diamante de madera, cuidadosamente cortado, está semienterrado en las tierras que separan Marruecos de Melilla. Quizás nadie se haya fijado en el, pero detrás tiene una historia, un dueño, un sueño.

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