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lunes, 7 de octubre de 2013

Rutinas

Bueno, éste es el comienzo de un pequeño proyecto que empecé hace unos meses, y que aún no he terminado; y sin duda me queda lo suyo. Me gustaría que, si tenéis ánimo, lo leyerais y me dierais vuestra opinión. Muchas gracias a todos.


Un día más Lidia sale a dar un paseo. Nimerya, su perra, la acompaña. Es una preciosa pastor alemán de apenas 2 años, joven aún. Como ella. Parece que hoy hace un buen día, así que posiblemente habrá niños en el parque, piensa. Puede que sea una buena idea llevar la correa por si acaso, aunque está casi segura de que no será necesaria, ya que últimamente Nimerya no se acerca a los niños. Sin embargo la coge. Un día mas se enchufa los cascos. Todos los días le parecen similares. Rutinarios y aburridos. Este paseo es uno de los pocos momentos que en su día a día valen la pena, así que tendrá que disfrutarlo. Antes de salir de casa observa el espejo. Una imagen muy reconocible le devuelve la mirada. Una figura baja, con ropa de andar por casa. Tez blanquecina, de esas a las que les cuesta coger el moreno. Cualquiera podría pensar que tiene 19 o 20 años, sin embargo aún le faltan 3 meses para los 18. Rubia. Ojos azules y una mirada penetrante, o al menos eso es lo que su madre siempre dice. A ella lo único que su mirada le transmite es exasperación, cansancio  aburrimiento. Como siempre desde hace tiempo. No se considera una chica especialmente guapa, aunque muchas otras personas pueden ver que tiene un encanto especial. Es capaz de transmitir su personalidad y su carácter en su forma de vestir, y aún está luchando con sus padres para ponerse un pearcing.

Nimerya se para al salir por el jardín. Observa algo entre los arbustos. ¿Un conejo, quizás? ¿O un pájaro? La pequeña perra sabe mantenerse sola, si algún día se pierde sabrá alimentarse mientras su amiga la encuentra. Porque Lidia jamás la dejaría sola. Con el tiempo que llevan juntas ya son casi una sola, y sin ella no estaría completa. La joven perra la comprende y la quiere como nadie, ella es su mayor confidente: guarda sus secretos y calma sus penas. Su nombre está puesto a propósito, como uno de los lobos protagonistas de la popular serie ''Juego de Tronos'', de la que Lidia es muy fan. Nimerya. La joven perra salta sobre el arbusto y asusta a un conejo que sale corriendo. Ella corre a la caza, y después de varios metros lo coge. Se lo lleva a Lidia. ¿Que hace con el? Lo suelta un poco más lejos. Si la perra necesitara comida no dudaría en dejárselo para ella, pero acaba de tomar arroz y pienso en casa. A muchas personas les resultaría asqueroso que su perro les trajese las piezas que cazara, pero Lidia le ha enseñado a Nymeria a hacerlo. No quiere que se acostumbre a comer cualquier cosa, sobre todo después de las sospechas que ha escuchado sobre gente envenenando plantas de los alrededores. La joven es muy precavida.

Mientras caminan por su paseo habitual Lidia observo el cielo. Para ser primavera hace un calor extraño. Demasiado calor. Casi puede ir en pantalones cortos sin pasar frío. Mientras suena ''Come as you are'' de Nirvana camina al ritmo de la música. Es una costumbre que ha ido cogiendo, inconscientemente. Esta canción siempre le recuerda a Carlos, su mejor amigo desde la infancia, pues él sabe tocarla en la guitarra. De hecho el fin de semana pasado se la intentó enseñar, pero ella es un desastre con los instrumentos. Se consuela pensando que hay gente que está hecha para tocar música y otra para escucharla.

Pasan por delante del parque. Si, hay niños. Dos madres charlando juntas en un banco, con 4 niños jugando en los toboganes. Y también una niña. Todos deben tener alrededor de 9 o 10 años. Juegan al escondite. En el siguiente banco la joven se encuentra una cara conocida. Andrea. No es la primera vez que la ve ahí. Suele ir al parque de vez en cuando, trae a su hermana pequeña, que es la niña. Se saludan mutuamente con una sonrisa muda. Es una chica extraña, piensa Lidia mientras se aleja. Llevan 10 años seguidos en la misma clase y a pesar de ello solo han hablado unas cuantas veces. Es tímida, eso es verdad. Y es de las que suele sacar buenas notas, pero lo curioso de ella es su apariencia. Lleva pantalones de tiro bajo, el pelo en una coleta y palestinas de distintos colores. Le va mucho el rollo hippie. Y había oído que era vegetariana. A pesar de ello a Lidia no le importa. Ella opina que cada uno es como es, y no la juzga. Está cansada de la gente que juzga a los demás, especialmente cuando no los conocen. Y la sociedad está hasta arriba de ese tipo de gente, piensa.

Después del parque suelta a Nimerya. Le gusta andar libre, y no se escapa del lado de su compañera a menos que sea una emergencia. Si la madre de Lidia la viera le diría algo, pero está dispuesta a correr el riesgo. Mientras sigue caminando hacia su casa Lidia piensa en lo que me queda cuando llegue. Tres horas de soporífera filosofía. No es fácil estar en 2º de Bachillerato. Pero por suerte mañana será el último examen antes de las vacaciones de Semana Santa, y eso la alivia. Una semana entera libre para hacer todo lo que lleva tiempo queriendo hacer. Al contrario que la mayoría juventud de hoy en día ella no saldrá a emborracharme por el centro. Lidia se considera diferente. Ella dedicará el tiempo a cosas útiles como quedar con sus amigos o leer otros dos libros. Y seguramente saldrá a correr. Si hace este tiempo tan bueno quizás aproveche y se coja un tren hasta la playa más cercana. O puede le pida a Guille que los lleve en su coche. Su amigo no ha sido capaz de sacarse 2º de Bachiller en 2 años, sin embargo si ha tenido tiempo de sacarse el carnet de conducir.

Nimerya comienza a ladrar cuando pasan cerca de un puente. La joven se acerca al mismo. Debe haber algo allí abajo. Se acerca. No es posible que sea un animal, ya que la perra no suele sentirse amenazada tan fácilmente  Lidia mira hacia los lados y no hay nada ni nadie, extrañamente. Cuando ya está cerca del puente oye un ruido extraño que hace ponerse mas furiosa a Nimerya. Ladra de una manera exagerada, hasta los niños del parque podrían oírla. Se agacha para entrar por debajo del puente. Esta lleno de plantas y arbustos, algunos incluso pinchan. Mierda, ese va a dejarme una marca dura, piensa la joven  Aún por encima escuece. Y Nimerya no se calla. Su ladrido es muy fuerte, parece que está intentado avisarla de algo. Repentinamente una voz suena en su cabeza. No entres ahí. No entres. Lidia se queda parada antes de llegar a la parte baja del puente. Quizá no debería entrar. Puede que sea peligroso. Y esa voz... Se repite en su cabeza... No entres ahí. No entres... Observa su brazo, está sangrando. La herida es mucho más violenta de lo que ella pensaba. Es peligroso. Finalmente decide que será mejor no entrar. La extraña voz sigue sonando en su cabeza, como un eco, al mismo tiempo que Nimerya deja de ladrar. Poco a poco se va echando hacia atrás y saliendo de debajo del puente. Cuando lo hace la voz cesa.

De nuevo en la carretera, con Nimerya, se mira el brazo. La sangre roja brota a borbotones, y parece que tiene una rascadura muy fuerte. No es posible que un simple arbusto le haya hecho eso... Pero no ha visto a nadie cerca. También la extraña voz, le parece muy sospechosa. Decide que lo mejor es que vaya cuanto antes a casa. Allí se vendará el brazo y se echará agua oxigenada, o Betadine quizás. Además aún le queda mucho que estudiar. Prosige su camino hasta llegar a la cuesta antes de su casa. El camino, que es circular, ha terminado; y el brazo le duele como si le hubieran dado una tajada con una navaja. Será mejor que sus padres no sepan nada o se empezarán a hacer preguntas. Y no sabrá como decirles que en realidad fue un arbusto. O eso cree. A decir verdad no está segura. La joven juraría no haber visto nadie más alrededor, pero esa voz en su cabeza la extraña. Nimerya la observa y mira también hacia el puente que han dejado atrás. No sabe muy bien como, pero Lidia siente que su perra sabía que había algo ahí debajo, y estaba asustada. Al igual que ella.

Entra en casa después de dejar a su perra en su pequeño cuarto, en el jardín. Por suerte los padres no la miran cuando entra. Va directamente al armario de las medicinas y coge todo el arsenal: gasas, vendas, Betadine, agua oxigenada... y se va a su habitación, a esconderse. Sus padres, los dos delante del televisor pero sin mirarlo; atendiendo a sus facturas y deberes, no la miran cuando pasa por delante de ellos. Su madre le grita, sin apartar un momento la vista de los papeles, que no olvide que le queda un examen; que estudie toda la noche si hace falta, y que no puede sacar mala nota. Lidia cierra la puerta antes incluso de afirmarle su frase. ¡Si mamá! Grita para que no le diga que no la escucha. Esas son sus habituales conversaciones.


 Observa bien la herida. No tiene buena pinta, parece un tajo fuerte; pero por suerte no muy profundo. Su cabeza aún le da vueltas a aquel momento mientras se pone agua oxigenada. A pesar de lo mucho que escuece la joven no se queja. Le molestan más aquellas extrañas palabras que sonaban en su cabeza. ¿Porque le había sucedido eso? Mientras se seca la herida piensa también en Nimerya, y en su extraño nerviosismo. Por fin se puede poner la gasa y dejar de preocuparse del dolor durante un tiempo. Y también debe dejar de pensar en aquel suceso. Mañana tiene el examen de Kant, y como solía decir el susodicho... ''Yo soy yo y mis circunstancias''. Y sus circunstancias en ese momento son que sino estudia no podrá aprobar el examen. Le quedan 3 horas y media por delante de duro estudio, así que le envía a Carlos un Whatsapp de ánimo y se pone con ello.

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